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Winston Churchill
Winston Churchill
Winston Churchill
El pequeño Winston, hijo de
Randolph Henry Spencer Churchill, tercer genito del duque de Malborough,
y de la americana Jessie Jerome, hija del propietario del New York
Times, nació el 30 de noviembre del 1874 en el edificio Blenheim,
cerca de Woodstock. Transcurrió la infancia como muchos niños de la
nobleza de la época, bajo las atenciones de una afectuosa gobernanta que tenia
que hacerlo de la mejor manera para compensar la indiferencia de los padres. De
hecho, el padre estaba demasiado ocupado con su actividad política, que dentro
de poco lo convertiría en ministro para India en el gobierno conservador
de Salisbury. Por su parte la madre era una mujer demasiado atractiva,
liberal y sin escrúpulos para consumirse en un tranquilo marco familiar: bailes,
fiestas y un gran número de amantes (entre los cuales destaca el futuro rey
Eduardo VII) eran sus aficiones más importantes. Winston se crió con este
sentido de negliciencia. Antes de la escuela alguien lo consideraba hasta
retrasado, a causa de su poca tranquilidad y de un sentido de disciplina muy
escaso. Debilidades quizás hoy aceptables, que se consideraban imperdonables en
un joven súbdito de su majestad.
A los
7 años, con la matriculación a la St. George School di Ascot, se pone en
marcha su calvario entre los pupitres, que durará hasta el ingreso a la
academia militar de Sandhurst en 1893. Insolente y arrogante hacia
compañeros y profesores, fracaso en todas aquellas asignaturas que tenían que
levantar el ánimo de un joven exponente de la gentry (la aristocracia). Latín,
griego, francés y matemática siempre serán sus pesadillas. A pesar de las muy
malas notas, a los catorce años, fue admitido al colegio de Harrow (el
senado académico no quiso asumirse la responsabilidad de rechazar el hijo de un
ex ministro!), sin embargo la situación no mejoro. "Winston – escribió una
profesora a la madre – ha empeorado a lo largo del trimestre. Constantemente
llega tarde a la escuela, pierde los libros, cuadernos y varias otras cosas que
no hace falta especificar. Es tan perseverante en su irregularidad que no se que
hacer; a veces pienso que no hay nada que se puede hacer".
Para rellenar los huecos frecuento a menudo clases de recuperación. Por su
parte, la madre intentaba estimularlo con cartas de reproches "Tu libreta de
notas […] es horrible. Trabajas de manera tan incoherente y puntual que saldrás
ultimo. […] Winston cariño, me haces muy infeliz…Tu manera de trabajar es un
inculto a la inteligencia".
Sin embargo, tenía inteligencia y memoria de sobra. En Harrow demostro dos de
sus calidades que lo habrían caracterizado en lo años siguientes: una formidable
memoria (se cuenta que era capaz de repetir a memoria enteras escenas de las
obras de
Shakespeare y miles de versos de
Macaulay) u una feliz inclinación para la escritura periodística (aquí empezó su
carrera escribiendo para la revista de la escuela, el Harrowian). El
padre lo oriento hacia la carrera militar. Intrigado por su grande pasión para
los soldaditos de plomo le pregunto si le hubiera gustado la vida militar. "Pensé
– contó años después el mismo Winston – que habría sido fantástico mandar un
ejercito, y conteste que si: y fui tomado al pie de la letra. Por mucho tiempo
he pensado que mi padre gracias a su experiencia y intuición había identificado
en mí las calidades del genio militar. Más tarde, de todas maneras, me dijeron
que simplemente había llegado a la conclusión de que no era lo bastante
inteligente para acceder a la carrera de abogado". Las relaciones entre los
dos nunca fueron fáciles.
En 1893 Randolph dijo sobre el hijo, al máximo de sus fracasos escolares, que
tenia "una escasa disposición para la inteligencia, la cultura y cada
capacidad de estudio organizado. Su grande talento está en la exageración y en
el engaño". Por su parte Winston – a pesar de que en 1906 haya rendido
homenaje al padre con una imponente biografía elogiadora- confeso en privado más
adelante: "No me escuchaba, no me tomaba en consideración cualquier cosa yo
dijera. No se podía tener una amistad con él [...] Era tan egocéntrico que no
existía nadie más que él". Tampoco fue fácil acceder al Royal Military
College de Sandhurst. La famosa escuela para oficiales subalternos para el
ejército y la caballería lo rechazo por dos veces durante los exámenes de
admisión. Solamente después de muchas clases particulares logro en 1893
solucionar el problema.
En los dos años de colegio, destaco por discutir las órdenes de los superiores,
por las abismales huecos de memoria en latín y en francés, y por haber escrito
artículos para el Pall Mall Magazine. Sin embargo el verdadero ingreso en
la edad adulta tuvo lugar en 1895, cuando la madre, gracias a sus importantes
conocidos, logro colocarlo en uno de los regimientos más prestigiosos del
ejército victoriano, el Cuarto de Húsares. Antes de salir para India,
donde se encontraba el regimiento, a los jóvenes subalternos fueron concedidos
casi tres meses de permiso. Winston, deseoso de experiencias y de guerras,
transcurrió sus vacaciones en Cuba, escribiendo un reportaje para el
Daily Grapich detrás del ejército español, en aquel entonces ocupado en la
represión de una rebelión guerrillera. Exaltado por esta aventura, que lo expuso
al fuego en primera línea más de una vez, tuvo problemas luego en adaptarse a
los tranquilos ritmos en India. Llegado a Bangalore en 1896, para matar
el tiempo se dedico a la colección de mariposas, al polo, a las carreras de
caballos, a la lectura (Platón, Aristóteles, Gibbon, Schopenhauer) y ala
escritura de una novela. Hasta que la tranquilidad fue interrumpida por otro
permiso y por la contemporánea rebelión de la tribu Pathan en las ásperas
regiones montañosas de la India noroccidental.
Winston, de recién regreso a Inglaterra de los ocios de Bangalore, no se lo
pensó mucho: hizo las maletas y se fue hacia el escenario de los conflictos
obteniendo un acreditación como corresponsal del Daily Telegraph y del
Pioneer. Las correspondencias enviadas del teatro de las operaciones le dieron
notoriedad en patria y la adquisición de los derechos de autor por parte de un
editor, que en 1898 hizo un libro de gran éxito comercial, The story of the
Malakand Field Force. Curiosa imagen la que se construyo Winston Churchill
en esta ultima parte del siglo XIX.. Y también un poco ambigua. En cuanto además
de ser un periodista- o como diríamos hoy, un enviado especial- hacia parte del
ejercito de su majestad y participaba así a los conflictos que luego describía
para sus lectores, a menudo concediéndose el lujo, o la impertinencia, de
criticar abiertamente las tácticas del ejercito ingles. Aún así, detrás de la
mascara de joven oficial belicoso y guerrero, exaltado por el fascino cruel de
una guerra hecha a nombre de la superioridad de la civilización inglesa, se
escondía una ambición enorme de gloria y medallas ("me gustaría volver a casa
e irme con mis medallas a una cena importante o una ceremonia", escribió en
casa).
El historiador William Manchester, en su imponente biografía (Curchill
el ultimo león, Frassinelli) ha descrito así su verdadera índole: "Llamarle
cazador de publicidad- otro epíteto que se escuchaba en las mensas, era un poco
fuerte. Pero no falso del todo. […] No tenia ningún interés hacia la carrera
militar, y quería utilizar el servicio para mejorar sus perspectivas en la vida
publica". Y otros dos acontecimientos bélicos lo consagraron definitivamente
a la atención de la opinión pública de su País.
El primer punto clave para buscar la gloria era el Sudan, donde el
ejercito anglo-egipciano estaba ocupado en reconquistar el control de las zonas
bajo el control de los Derviscos. Churchill participó a la campaña y al épico
cargo de caballería del 21° Lanceros en la batalla de Omdurman, en
septiembre del 1898, que llevo, a pesar de perdidas muy graves, a la victoria
sobre las fuerzas del califado. El resultado personal para nuestro joven héroe
fue una serie de bien pagadas correspondencias publicadas por el Morning Post
y un volumen con resumen de la campaña, donde con una cierta arrogancia lanzo
criticas al comandante jefe Kitchener, sobre todo por lo que concernía un
episodios crueles de torturas y matanzas de prisioneros. Muchos años después
Kitchener tendrá la ocasión de vengarse. Después de un año de esta aventura,
Churchill llego a Sudáfrica, siempre como enviado del Morning Post, para
contar en primera persona las fases de la guerra entre ingleses y Boeros.
Ya famoso, rico y un poco mimado (su bagaje personal disponía de unas cincuenta
botellas de vino, una veinte de scotch y otras de porto y vermouth), se había
dimitido del Cuarto Usaros para dedicarse exclusivamente al periodismo y a
la política. Mantenía iguales el coraje y la arrogancia.
Fue capturado por los Boeros durante un asalto al tren blindado en el
cual viajaba con las tropas ingleses y, a pesar de que fue encontrado con las
armas en la mano – él que oficialmente era un civil- se salvo milagrosamente del
fusilamiento. Internado en Pretoria con otros oficiales ingleses logro
huir y llegar de manera rocambolesca a los territorios portugueses. No contento,
se hizo asignar la gestión de un cuerpo de voluntarios con el cual participo a
las últimas fases de la guerra y a la conquista de Pretoria.
El fruto de tantas aventuras frenéticas fue capitalizado por Churchill en otro
libro muy afortunado (Como he huido de los Boeros) y también con
una candidatura en la Cámara de los Comunes entre los Tories en vista de las
elecciones del otoño del 1900. No era su primera candidatura, en cuanto se había
presentado ya sin éxito, el año anterior. Esta vez sin embargo no fracaso.
Todavía no tenía 26 años cuando fue elegido diputado. Su éxito en los
Comunes pronto despierto estupor. El primer discurso de hecho era sobre una
peroración de la causa de Boeros, ya derrotados pero aún victimas otra represión
por parte de las tropas británicas. Después de haberlos derrumbados pedía para
ellos una justa clemencia "Admiraba la resistencia tenaz de los Boeros –
afirmo luego-, me ofendía sentirles denigrar, y me auguraba que al derrotarles,
lográramos a tenerlos con nosotros de manera estable concediéndoles una paz
honorable. Para mi quemar sus factorías por represalia era algo odioso e
idiota". Una actitud magnánima que adoptara también con los adversarios
derrotados en la primera y segunda guerra mundial. En esta ocasión había una
buena dosis de intuición en acoger los sentimientos de la opinión pública,
cansada de la intervención militar. La misma intuición que en breve tiempo lo
llevo a tener sus posiciones contestatarias un tiempo asumidas por el padre
dentro del partido conservador. "Como Randolph – ha escrito Guido Gerosa en A
favor y contra Churchill -, Winston se revelo un autentico disidente..Su primer
gesto, contrario a todo el pasado marcial, fue rebelarse contra los balances de
guerra. […]
Retomaba entonces la polémica del padre que había tenido que dimitir del cargo
de canciller del Escaques justo a causa de su reluctancia para aumentar las
expensas militares. Además Winston era contrario al proteccionismo de Joseph
Chamberlain, que dictaba ley en el partido. Se había convertido en un
asertor del liberalismo económico y viajaba a menudo por el país para
promocionar el laisser faire, laisser passer. Fue así que de conservador
anómalo Churchill en 1904 hizo el clásico salto al otro lado. Mal visto por si
partido, ajeno al respeto de la lógica del partido y deseoso de nuevos cambios,
paso a los liberales, los enemigos tradicionales de los conservadores. "Mentiroso"
y "traidor" fueron los epítetos más destacables que se escucharon entre los
escaños de sus ex compañeros de partido. La elección no fue por cierto fácil,
aún así la intuición lo había acompañado. Habían terminado los tiempos de la
Inglaterra victoriana, tradicionalista e imperialista. Dijo en aquella ocasión:
"Algunos cambian de partido en nombre de los principios, otros cambian los
principios en nombre del partido". Él prefirió la fidelidad a las
convicciones liberales, sin olvidarse sin embargo de considerar que el balance
del poder político ingles se estaba paulatinamente moviendo hacia los liberales.
En el nuevo partido lo acogió de manera muy calida David Lloyd George,
que lo aprecio mucho convirtiéndole en uno e sus más estrictos y fieles
colaboradores. Como premio por la repentina conversión al partido liberal
Churchill obtuvo en 1905 el cargo de subsecretario a las Colonias en el
gobierno liberal Campbell-Bannerman, en la cual destaco patrocinando la
causa de la independencia de los Boeros.
La política internacional en aquellos años no ofrecía nada más: las nubes que
poco menos de diez años después habrían desencadenado la tormenta de la grande
guerra todavía no habían aparecido al horizonte. Escribió Churchill más tarde:
"[las naciones] estaban bien organizadas solidamente ancladas, parecía, a un
inmenso tobogán. Los dos poderosos sistemas europeos [Entente Cordial y Triple
Alianza; n.d.r] sobresalen lucientes y
sonoros en sus armaduras, y con una mirada tranquila.. Una correcta, discreta,
pacifica y en el conjunto sincera diplomacia creaba enlaces entre ambas. Una
frase en un despacho, la observación por parte de un
embajador, una sibilina afirmación en Parlamento eran suficientes para mantener
el equilibrio día tras día, de esta estructura prodigiosa".Bizarro imprevisible, el aristocrático Churchill dio un violento golpe de
volante hacia la izquierda por lo que se refería a sus convicciones en política
interior. Apoyo con tenacidad la promulgación de leyes para la creación de un
sistema de jubilación, asumió actitudes populistas e invoco el rescate de las
masas con tonos, según el historiador Alan Moorehead (Churchill y
su mundo, Peruzzo 1965), "no harían un mal papel en la boca de un
laborista de nuestros días". En 1908 fue nominado ministro del comercio del
gabinete liberal de Herbert Henry Asquit y, por lo que concierne su vida
privada, se caso con Clementine Hozier, de una rica familia escocesa.
Lady Clementine, de la cual tendrá cinco hijos, será el único amor de toda su
vida de un hombre poco sujeto a la atracción de la sensualidad femenina. El
astro di Churchill brillaba, en el bien y en el mal, ya sobre todo el país. Una
inevitable etapa a lo largo del camino que parece tener que llevarlo a velocidad
fulminante hasta las cumbres del estado, fue el cargo de Ministro de
Interiores, en 1910. Sin embargo Churchill acababa de tomar medidas de este
nuevo cargo cuando ya se percibían nuevas desembocaduras. En julio del 1911 el
clima internacional se fue repentinamente calentando con la crisis de Agadir,
que destaco las ambiciones colonialistas de la Alemania Guillermina y más en
general la voluntad alemana de rever los equilibrios de potencia en ámbito
internacional. Delante del espectro de un posible conflicto armado Churchill fue
elegido para el cargo de ministro de la Marina. Y con una tarea muy
específica: poner la flota en un "estado de inmediata y constante preparación
a la guerra en caso de un ataque por parte de Alemania". Curioso destino
tuvo el nuevo ministro. Hasta hace unos años había predicado la reducción de los
gastos militare y ahora tenia que alardear aquella pasión para las armas y para
la guerra que tanto habían caracterizado su juventud belicosa. La empresa no le
costo esfuerzos, al contrario
Al Almirantazgo demostró una extraordinaria habilidad organizativa, y también
una grande intuición técnica. Lucho de hecho para modernizar toda la flota, que
por la mayor parte todavía contaba con un sistema de propulsión a vapor, hizo
estipular al gobierno un contrato con la Anglo-Persian Oil Company para
garantizar un eficaz abastecimiento de petróleo del Golfo Pérsico, predispuso la
bahía de Scapa Flow para acoger la flota de Londres y fue uno de los
primeros sostenedores de la naciente arma aérea en apoyo a las operaciones de
tierra y mar. Cuando el 4 de agosto del 1914 la Gran Bretaña entro en guerra la
flota era plenamente eficiente. Aún así, como las naves alemanas su substraían
al conflicto la irrefrenable agitación de Churchill tuvo que encontrar otro
desahogo.
En el octubre del mismo año, organizo, gestiono y lidero en primera persona un
contingente británico en defensa de Anversa rodeada por tropas alemanas.
Finalmente Anversa cayo igualmente, sin embargo el impulso enemigo hacia la
Mancha había sido interrumpido. Fue justo después del regreso en patria desde el
continente que nació en él uno de los proyectos estratégicos más audaces de toda
la primera guerra mundial, cuyo último fracaso pesará como una piedra sobre su
carrera sucesiva. Churchill se quejaba de la teoría "difusamente enraizada
entre nuestros oficiales de Marina más ancianos, según la cual el trabajo de la
Marina de mantener abiertas nuestras comunicaciones y bloquear las del enemigo,
y esperar que los ejércitos terminen sus tareas". Hacia falta sin embargo
salir de esto. Existía la posibilidad de abrir un nuevo frente en los Dardanelos:
Atacando el estrecho, controlado por los turcos y el aliado alemán, se podía
restablecer un contacto con la Rusia, suavizar la presión en su frente, confiar
en una participación de Grecia, Bulgaria y Rumania, y reabrir al comercio
marítimo todo el Mar Negro.
Finalmente Churchill logro tener su plan aprobado, que puso en marcha en el
febrero del 1915 con cañones navales en el estrecho por parte de una flota
anglo-francesa. Sin embargo falto la coordinación entre Marina y Ejército y el
desembarque del cuerpo de expedición australiano y neocelandés en Gallipoli, en
abril, acabo con un fracaso. Entre deficiencias de organización (de las cuales
se hizo responsable el mismo Churchill), envidias, rivalidades y viejos rencores
(el ministro de la guerra que negó un eficaz apoyo del ejercito a la operación
era aquel Kitchener que Churchill había criticado en sus correspondencias del
Sudan en 1898) la expedición se concluyo en el febrero del 1916 en una
catástrofe: los aliados perdieron miles de hombres y los turcos mantuvieron el
control del estrecho. La opinión publica dejo de apreciar a Churchill,
imputándole las mayores responsabilidades del fracaso. El Times escribió
que "los soldados británicos han muerto en balde" y alguien habría tenido
que hacerse cargo de eso. El Morning Post definió a Churchill un sujeto de "melodrama"
y un "megalómano". Asquith, el primer ministro, dijo de él que era un
"impulsivo condicionado por el flujo incesante de su lengua"; y también:
"es una lastima que Winston no tiene un mejor sentido de las proporciones. Yo
estoy verdaderamente convencido de él, pero veo su futuro muy incierto. No creo
que nunca alcanzará los vértices máximos de la política,
a pesar de sus talentos maravillosos”.
Humillado, abandonado por todos, Churchill tuvo que dimitir del cargo de
Almirante. La previsión de Asquith pareció cumplirse lentamente en los años
sucesivos. En 1917 se le dio un encargo de nuevo de un cierto prestigio, el
ministerio de las municiones, en 1918 el ministerio de la guerra, y
también el ministerio de las
colonias
y en 1924 el cargo de canciller de los Escaques en un gobierno
conservador. En 1929 los conservadores salieron derrotados de las elecciones.
También Churchill salio del escenario, mal visto por los liberales, y también
por los conservadores y laboristas, con cada uno de los cuales, a lo largo de su
larga carrera había tenido ocasión de conflictos. Decidió entonces dedicarse al
periodismo, a la escritura de sus memorias de guerra y a la pintura. En aquel
entonces tenia 55 años. Ya desde hace tiempo se había terminado su aprendizaje.
Haría falta Hitler para dar una nueva vida y una nueva juventud al viejo león.
de ALESSANDRO FRIGERIO
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