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Tony Blair
Tony Blair
Tony Blair
El fascino de un laborista «no
laborista» que admira el business
«No
se quién es aquel joven seguro que no es un laborista», dijo James
Callaghan, el ultimo primer ministro laborista antes de los 18 años de hegemonía
parlamentaria e ideológica de los Conservadores, conquistada gracias a la
decisiva ruptura de la señora
Thatcher con la política del consenso y
con la gestión del declino . Una ruptura gracias a la cual después del 1979 la
Thatcher purgó la enfermedad británica. Ahora el partido conservador es
análogamente reducido a debatirse entre extremismo, ideologías superadas e
imitaciones poco plausibles del primer
ministro Blair, que el Economist llama «el mejor primer ministro conservador»;
uno que adelante los deseos y los miedos de aquel 60 por cien de la población -
Middle England – que hoy se autodefine clase media. Esta nueva clase media había
sido la de los trabajadores especializados de aquel entonces que la Thatcher
había «robado» a los Laboristas. Como ha intentado siempre hacer Montgomery,
Blair hace «bailar los enemigos de su
música». Mientras tanto, el otro enemigo,
la tribu laborista con este jefe extraño
que ultraja sistemáticamente los
tabú, escribe de nuevo los textos sagrados y ridiculiza los chamanes, se
encentra en la misma situación confundida de los Conservadores-no queriendo
admitir que el fascino de Blair no tiene que ver tanto con el ser Neo-Laborista
sino No-Laborista. Cuando Blair entró en la Cámara de los Comunes como el más
joven parlamentario laborista, en 1983, el partido acababa de perder
desastrosamente con una plataforma electoral descrita como el «el billete de
suicidio más largo» de la Historia. Blair no ha olvidado nunca que las políticas
del viejo Labour hicieron que su padre, pobre de nacimiento y abogad y profesor
solamente gracias a sus únicos esfuerzos, aspirara a un sitial conservador en
Parlamento. Toujours el audaz, «siempre la audacia», intimaba Napoleón. Blair
piensa poder siempre convencer los más obstinados, como para el Good Friday
Agreement (Acuerdo del Viernes Santo) sobre el Ulster, o para los futuros
referéndum sobre la Constitución europea o sobre el Euro, para que abandonen la
actual trinchera defensiva – aburrida y archisabida – para arriesgarse a ocupar
otra más allá de la Tierra de Nadie. Blair tiene poco tiempo para las
tradiciones y no tiene miedo del futuro, aunque se preocupe por el lugar que
tendrá en los libros de historia:
Churchill y la Thatcher son prestaciones excepcionales
difíciles para seguir. Sin embargo, él tiene la necesaria combinación entre alta
ambición y arte de la baja política.
El fascino popular de Blair, sus convicciones religiosas y sus valores morales
proceden de todas formas de su pasado. Tiene fascino y sabe como utilizarlo
pero, como pronto noto Kinnock, es un «Bambi con los dientes de acero». Sus
convicciones personales y sus valores confirman la crueldad nunca rasguñada
del sentimentalismo, hasta con sus aliados más cercanos como Peter
Mandelson.
Blair no ha nacido en la tribu laborista como
Gordon Brown y tampoco su mujer Cherie.
Sus héroes son los grandes liberales, como Gladstone, Lloyd George y Beveridge.
Su filosofía política procede del Communitarianism del teólogo escocés John
Macmurray. Le gustaría transformar el partido laborista en un instrumento que
exprese no solamente las aspiraciones de la nueva clase media, sino que permita
también a los más desfavorecidos alcanzar un cierto nivel de prosperidad. Los
slogan son: El trabajo de favorece y Más aprendes, más ganas. Si la Thatcher
pensaba que la injusticia social era el precio para pagar para el mercado libre,
Blair piensa que la injusticia social es un despilfarro de recursos humanos y
financieros encadenados por el
asistencialismo también para los contribuyentes. Una economía fuerte y una
sociedad estable se fortalecen juntas. Para el consumidor/elector de Blair, no
existe una separación maniquea entre trabajo y capital, público y privado; tal
como Blair piensa, en fin, un conjunto de intentos y finalidades en el
Protestantísimo y en el Catolicísimo, en la Cristiandad y en el Islam.
Con el 9/11 – y el 9 de noviembre del ‘89, o sea con la caída del muro de
Berlín- han caído las ideologías pero no los valores. Para Blair, de todas
maneras, estos son cada vez más los objetivos que guían los instrumentos
pragmáticos de la política-y de la guerra. La cuestión fundamental ahora es
lograr mantener vivo el valor de la solidaridad sin que sea colectivismo. Blair
ha «robado» a los conservadores la moral (ley y orden), el ahorro (economía) y
la autonomía (defensa) para dirigir un Pais donde crimen disminuye, la economía
es la mejor en el G8, y que participa muchas veces y con éxito en
intervenciones militares «morales».
Berlusconi, el hombre de negocio que se ha dedicado a la política, admira a
Blair. Y Blair el político admira a los hombres de negocio de éxito y entiende,
se cuenta, cimentarse con business importantes cuando habrá terminado su
mandato. Sin embargo hay un consenso político sobre el hecho de que, si la
muerte prematura del «laborista viejo estilo» John Smith, en 1994, no le hubiera
dado la oportunidad de convertirse en jefe del partido, entonces un Blair
frustrado por la falta de una agenda política «neo-laborista» pronto habría
dejado la política para dedicarse a la industria o a la financia.
A Tony Blair en 2007 le sucedió
Gordon Brown, que llevaba 17 años esperando este momento. En el pasado Brown
había sido Canciller de los Escaques, una clase de ministro de la economía.
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